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Cerámica en tres tiempos

Pasado

 

La cerámica es uno de los indicadores que los arqueólogos manejan para dividir las épocas y las civilizaciones. Una de las preguntas fundamentales acerca de un pueblo es, ¿tenían cerámica?

 

En cerámica, como en la piedra, quedan vestigios del refinamiento y la búsqueda de la belleza en que estamos metidos hace miles de años. La piedra y la cerámica perduran. La cerámica es como las pirámides que son “cerros, pero hechos a mano”. La cerámica es piedra hecha a mano. 

 

Algunas familias japonesas tienen entre sus más caras posesiones un tazón de té –chawan–, que pasan de generación en generación. Algunos tienen más de quinientos años en la misma familia. La ceremonia de té incluye un momento en que el chawan se pasa de mano en mano para observarlo y gozarlo antes de servir ahi el té que todos compartirán. Este pase de mano en mano se hace a muy poca altura, muy cerca del suelo. 

 

 

Presente

 

La cerámica es también tiempo suspendido. Cada vez que se hace una mezcla de arcillas las cantidades varían un poco; cada vez que se prende el horno la temperatura llega o no a cierto punto; cada vez los esmaltes reaccionan de manera distinta, unas veces se comporta de un modo y otras completamente diferente. Cada quema (así se llama una carga de horno) es única e irrepetible, y en la textura y colores queda plasmados para siempre el resultado de esa quema específica, de ese día, esa temperatura y humedad, esa presión atmosférica, ese instante. Presente perpetuo.  Claro  que depende del cuidado que tengamos con ella. En cualquier descuido puede romperse irremediablemente. Ese cuidado que tenemos para con ella, la conciencia de que es destructible con un golpe, la hace aún más valiosa en el presente. 

 

 

Futuro

 

No hablaré aquí de las próximas generaciones o de un legado para el futuro. En esta, nuestra vida, alargando ese presente perpetuo, el beber o comer de una cerámica hecha a mano por alguien que la modeló, la horneó, la detalló, la esmaltó, la volvió a hornear, la dejó enfriar y al final la descubrió en su sitio del horno es una experiencia distinta a tomar en cualquier taza o comer en cualquier plato. Se convierte de verdad en “mi taza” “mi plato”, y cada vez que se usa se convierte en un evento. 

 

Cuando menos eso me pasa a mí todos los días, y con ello me siento, además de afortunado, yo también único, como la pieza. 

​

RCH

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